miércoles, 16 de julio de 2008

Desarmando metáforas I

Al ver que se había equivocado tuvo que tragarse sus propias palabras. Una por una, sin sal, aceite ni ningún tipo de condimento (le había dicho "mentirosa", "golfa" y otras calumnias innombrables). Tenían el sabor de la comida más amarga que hubiese probado alguna vez. Ella lo contemplaba (hinchada de orgullo en su victoria), mientras él las devoraba con lentitud y un dejo de remordiemiento. "Te odio" había resultado especialmente difícil de masticar, ahora trataba en vano de que le pasase por el esófago y fuera a dar junto con aquel bolo injurioso de "estupidas, ignorantes y retrasadas" en su estómago. Sus comisuras exhibían un resto de "traidora", y sus ojos el arrepentimiento, el orgullo herido. Inspiraba verguenza ajena. "Pobre", pensó ella, y se fue con pasos apesadumbrados, meditando acerca de la raza humana y sus particularidades.

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