domingo, 1 de noviembre de 2009

La Ficción y su Verdad

(Ensayo final de la materia Taller de Expresión I de la carrera Ciencias de la Comunicación de la U.B.A)


Las lenguas de ciertas tribus indígenas y diversas culturas dicen por ahí que cuando se le toma una fotografía a alguien, una parte de su alma queda encerrada en esa misma fotografía. Ya sea porque se cree que el artista ha logrado captar con su lente y sensibilidad “el alma” pura del retratado, ya sea porque realmente se piensa que dicha alma ha sido robada por el impertinente flash. Siempre me ha resultado interesante esta cuestión, pero en la actualidad no concibo que algo tan bello como la fotografía pueda a uno robarle literalmente su alma (y eso, partiendo del hecho de que la existencia de la misma no se halla aún comprobada). Tal vez sea por esa razón, que en un parque cualquiera una señora alejaba recelosa a su hijo, de la lente de la fotógrafa amateur que intentaba retratarlo tímidamente en su pequeño remolino de risas y palomas. Soy fiel testigo de que ninguno de los disparos fotográficos incidió siquiera en la sonrisa de aquel niño. Tal vez una parte de su metro diez quedó contenida en el aparato, pero no podría hablar de robo, sería un término muy excesivo. En todo caso, se trató de un niño que cedió involuntariamente una parte de sí para embellecer luego una fotografía impresa.
Y con la ficción ¿qué sucede con ella? ¿Acaso roba ella también, un pedazo del que se ha atrevido a escribir algo, a plasmar los propios pensamientos, a dibujar en la hoja, incluso retazos de pensamientos ajenos?, ¿O somos nosotros los que cedemos esa parte nuestra voluntariamente al desplegar el poder de la lapicera sobre el papel?
Primero debe partirse de la base de que existe una similitud fundamental entre fotografía y ficción. Como bien dice el señor de las armas secretas, tanto una como la otra recortan un fragmento de la realidad, fijándole determinados límites, pero de manera tal que ese recorte actúa “como una explosión que abre de par en par una realidad mucho más amplia, como una visión dinámica que trasciende (...) capaz de actuar en el espectador o en el lector como una especie de apertura...”
Una apertura que opera en la ficción, a través de las múltiples realidades a las que puede accederse a través de ésta, y los infinitos significados y asociaciones que ella evoca. Como una buena foto, la ficción proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucho más allá de la anécdota contenida en el relato o la foto y contiene, a su vez, las impresiones propias de quien la escribe, así como la foto retiene al retratado. Pero, ¿es aquello que evoca la ficción algo necesariamente contrario a la verdad?
Retomando las preguntas iniciales puede decirse que cada vez que escribimos ficción, ésta se lleva una parte de nosotros. Si se deja que lo haga involuntariamente o no, ahí está la cuestión. Toda ficción encierra algo de quien la escribe, algo que dicho autor puso allí adrede, o por equivocación, una parte de su fuero más interno: elucubraciones varias, pensamientos, emociones, que debían manifestarse de alguna manera y encuentran, a través de las letras, la forma de escabullirse entre los dedos y hacerse carne en el papel. La complicación está en descubrir si, contrariamente, fue ella, la señora ficción (quien más sino), la que robó (y aquí no me parece excesiva la utilización del término), ese fragmento más íntimo de nuestro ser, en un ultraje descarado hacia nuestra persona del que terminamos siendo, tarde o temprano, cómplices manifiestos.
Me resulta claramente opaca la cuestión: si las palabras las puso allí el autor, si ella se las robó a él, o quién es el ladrón (desgraciadamente, siempre hay uno) en todo esto. Cada cosa que se escribe está imbuida de las percepciones del mundo de dicho escritor; lo que le contaron; las “verdades” que le fueron transmitidas, así como las mentiras; todo en lo que cree y desconfía. La autora de “La fábrica de historias” manifiesta que aún cuando se crean mundos ficticios, no se abandona lo familiar, sino que sólo se lo transforma en lo que hubiera podido ser o en lo que podría ser.
Por lo tanto, ni lo que escribí puede ser tan mío, ni lo que se escribió, tan robado. Ni la ficción es tan ficticia, ni la realidad tan real. Siempre se parte de una base real, “verdadera”, para luego tratar de pintar una ficción un tanto realista o una realidad un tanto ficcionada (¿qué es lo real después de todo?. ¿Dónde está el límite, la línea que separa uno de otro? Hasta donde sé, no existe tal señalización, más bien esto responde a caprichosas convenciones acerca de lo que podría considerarse “real” y lo que no).
La verdad como tal no existe, lo que existen son representaciones de ella. Por ende, la ficción no podría nunca decir “la” verdad: no dice una verdad, tampoco cuenta mentiras: dice su verdad, que es de ella y por ende, de nadie más. Y si ella quiere, esa verdad puede ser la más mentirosa de todas. O no. Como diría Juan José Saer, verdad y ficción no tienen porque ser necesariamente contrarios, sino conceptos problemáticos que encarnan la principal razón de ser de la ficción. Uno y otro se miran, se rozan constantemente, se hablan y discuten sobre diversas cuestiones, entrelazándose, imbricándose en la trama que narra un relato determinado, tan cierto como ficticio, dependiendo del lente con que se lo mire. De la boca de este autor: “La ficción no solicita ser creída en tanto que verdad, sino en tanto que ficción”, “si recurre a lo falso, lo hace para aumentar su credibilidad”. En ella se conjugan lo empírico y lo imaginario, lo tangible y lo onírico, en una mezcla cuyo resultado no es sino un platillo de múltiples sabores e inagotables experiencias, un relato que dispara, como la fotografía pero no en el mismo sentido que el obturador de ésta, a una realidad que trasciende el recorte efectuado. Y en ella se experimentan millones de posibilidades, que no son mentiras, sino representaciones de realidades posibles, tan posibles como la realidad misma (que, como ya se ha dicho, no es más que un conjunto de representaciones). Realidades, mundos posibles que manifiestan, también, lo que sucede y no sucede, a la manera entendida por Javier Marías.
Se la ha tratado, entonces, injustamente de mentirosa, y ahora también, de dudosa ladrona (y la cuestión sigue abierta a la vacilación, hasta que se dilucide quién roba a quién).
Puede ser, entonces que nos acerquemos a la ficción, voluntariamente porque se nos ocurrió que debíamos hacerlo, pero en el germen de esta necesidad imperiosa se halla un elemento más profundo:
Uno puede acercarse a la ficción por pura casualidad, por un llamado “rapto imaginativo”. Sin saber porqué puede uno encontrarse , lapicera en mano, escribiendo líneas sin un rumbo determinado, hablando sobre cosas sobre las que tal vez hubiese preferido callar. Podría ahora decirse, que tales aproximaciones no son casuales. No es casual recordar determinados momentos de la infancia, determinadas vivencias, determinados hechos trágicos, triviales o felices y resignificarlos bajo el manto de la ficción o inventar mundos paralelos con personajes sombríos y extravagantes. No, no es casual, porque es ella la que siempre se cierne sobre el potencial escritor, arrastrándolo sin que éste pueda evitarlo. No, no es casual, ella sabe cómo, cuándo , dónde y ahí está siempre, puntual a la única cita a la que nunca faltará, para agobiarnos con el deseo de decir, decir, mostrar y mostrar con palabras lo que se quiere ocultar pero se dice igual; para contar su verdad a través de escritores, narradores artífices de su propio discurso; para robar esa parte que pertenece sólo al que escribe, y guardarla limpita, prolija (relativamente, dependiendo de caligrafías particulares) en un papel, quien sabe con qué propósitos malignos. Ella misma es la gran “araña en el zapato” de la que habla Gloria Pampillo, la culpable de que un hecho significativo vuelva una y otra vez a nuestras memorias, la que insta a escribir su verdad.
Esta en la naturaleza del hombre, entre sus varias actitudes reprochables, el echarle la culpa al otro. No podría ser de otra forma en este caso, responsabilizar a ella por el robo de éstas y otras tantas palabras . De lo que el escritor puede sí hacerse cargo, en todo caso, es de su falta de resistencia ante tan magnífica y enigmática dama.
En esto soy fiel testigo: de todas formas puede el lector creerme o no, pero en ningún momento estuvo dentro de mis intenciones escribir todas las líneas que precedieron, y ahora que las leo, veo que, una vez más, han logrado contar su verdad, y se llevan un pedazo de quién las escribe. Otro robo concretado.

El otro final (de "La Espera" )

Aquella turbia mañana del mes de julio, la mujer se levantó con mas pesadez de la habitual. Miró por la ventana. Las grandes y amenazadoras nubes cubriendo el cielo le anunciaban que sería un día como tantos (el clima se había presentado así durante toda la semana). Se puso sus pantuflas a cuadros y se dispuso a preparar el desayuno como cada mañana, con la parsimonia habitual. Su viejo perro lobo se acercó y comenzó a husmear entre los trastos de la cocina, con la esperanza de conseguir alguna tostada, y ella, también como cada mañana, lo mandó a mudarse por la puerta que da al patio interno del hotel, sin mucha convicción. No supo porqué el animal volvió a entrar por la misma al cabo de un breve instante, hasta que los vio.
Pasaron como una tromba delante de la ventana donde ella untaba, ya resignada, una tostada para el perro, no había tiempo que perder, la tostada voló por los aires (el animal observó desanimado como ésta iba a dar al tacho de la basura) y la señora en inusitada velocidad ya se hallaba encaramada tras la puerta por la que los dos hombres habían penetrado. Era la habitación del inquilino ese, medio raro. PUM!PUM! la señora se tomó el pecho con las manos y el olor a pólvora...PUM! Corrió a refugiarse en su cocina, donde se armó con el palo de amasar. Pero pasaron los segundos, los minutos que fueron horas, y nada sucedió. La señora se persignó.
Se lamentó por aquel hombre, extrañamente el macabro hallazgo del cuerpo conformaba un singular cuadro combinado con los pavos reales del papel carmesí. Pobre desgraciado. Acto seguido, agradeció que los daños materiales se redujeran exclusivamente a la rotura de los goznes de la puerta, y a la tostada, yaciendo ya, que en paz descanse, en el fondo del cesto de residuos.

sábado, 2 de mayo de 2009

Arroz con leche

el payaso rapado me observa
me da escalofrios
zumban mosquitos
que quiere?
(no se tejer, no se bordar)
la gola dorada le enmarca la asquerosa papada,
justo debajo de una boca descomunal que emana rojo sangre
(no se abrir la puerta para ir a jugar)
algo quiere decirme
alguien, su creador, ha decidido que debería tener párpados verdes.
(tampoco soy de san nicolas)
que decisión poco sabia, permitame decirle, un payaso con párpados verdes,
¿dónde se vió?
sí, y además pelado. con párpados verdes y pelado
Acabo de matar a un mosquito.
Sin embargo, su peculiaridad lo destaca
y uno se compadece al encontrarse tal muñeco sobre la repisa,
y quiere incluso abrazarlo,
al pato feo de los payasos.
(nunca fui la viudita del barrio del rey)
Sin dudas unas manos muy especiales han de haberlo elegido, entre todos los payasos habidos y por haber;
unas manos de dedos finos y delicados, han sabido dar con el personaje justo;
unas manos sin embargo venosas, antiguas, colocando cuidadosamente el paquete que contiene al payaso
en otras manos pequeñas
inocentes
que han crecido y ahora teclean
(nunca quise casarme)
y son manos que también recuerdan
y entienden porqué el payaso ya no luce amenazador,
más bien sólo
(menos decir "con éste sí, con éste no)
y triste.

Las manos que 14 años atrás entregaban al indefenso payaso,
son las mismas que preparaban el arroz con leche
todos los viernes con gracia y cantitos aniñados en voz descascarada.
Eran las de mi abuela,
las que dejaron de funcionar hace exactamente cuatro meses
y las que todavía siento tamborilear en la mesa de la cocina
como estrofas de una canción.

¿alguién puede abrirme la puerta para ir a jugar?

domingo, 19 de abril de 2009

Closing circles

Un día se desvaneció, sí, así como lo oye: primero fue su pelo, empezó a desaparecer lentamente, luego los dedos de sus manos, de sus pies, los brazos y las piernas. Después fue el turno de su torso, antiguamente tan robusto, porte altiva y pelos en pecho, no quedaba nada de él. La cara se redujo a dos ojos impávidos primero, y luego ya no fue ni sonrisa ni peculiar nariz, nada, dos orejas que se borraron de un plumazo, y ya no quedo un minúsculo trazo de su peculiar existencia.
y no pudo hacer nada para salvarlo? no, yo quise, pero él nunca me dejó, así como nunca pude acercarme a él, no pude evitar que desapareciera tampoco. Qué mas puedo hacer ahora que escuchar “wish you were here”, y dedicárselo..creo que los dos estuvimos nadando en la misma pecera, sabe? Por años, éramos almas perdidas, pero estábamos tan corroídos por dentro que encontrarnos no nos hizo ningún bien tampoco. Eramos casi lo que se dice "meant to be", el uno para el otro (casi), pero de alguna forma comprendimos que nuestras similitudes no podían compatibilizar sin que uno de los dos sufriese en demasía. Había sobre todo, olvido. Olvido por días y días y días. El olvido es una de las cosas que más cuesta, pero la que más duele, cuando no es uno el que olvida. Seguíamos en la pecera, sabe? Y a pesar de que esta era esférica, nunca nos encontrábamos, era un misterio. Tal vez habíamos permanecido en ella por muchísimo tiempo, muchísimos años, ignorando la existencia del otro, “corriendo”, en el mismo viejo escenario, manteniendo mismos viejos miedos, pero de forma separada. Quien sabe si no éramos los únicos en aquella pequeña fortaleza de cristal, para mi no hubo ningún otro, solo pude verlo a él, y después ya no. Su sola visión , sin embargo, logro trastornarme. No, no fue eso, fue el cruce de causes, tributarios de un mismo río abandonado. Después ya no. No lo vio más? No le digo que se desvaneció!? Pero , me refiero, después del cruce..Si, alguna veces, solíamos separarnos del resto de aquel acuario, pero en el fondo nos sabíamos ordinarios, y por ello sufríamos, desilusionados. Y como era afuera? Miraban afuera? Sí, mirábamos, afuera parecía maravillosamente aterrador. El cristal era nítido, sin embargo la incertidumbre lo empañaba todo. Sentíamos la pecera empequeñecerse cada vez más, nos forzábamos a ver más allá, se suponía que algún día íbamos a salir de aquel letargo burbujeante, pero cuando? Por qué? Bajo qué tipo de circunstancias? Entonces, estaban juntos? el plural es sólo una condescendencia hacia mi misma: yo estaba sola pero no me importaba, porque lo sabía en algún otro punto de la pecera a él, y calculaba que sentíamos lo mismo, que veíamos lo mismo, que eran los mismos pensamientos, las mismas inquietudes, los que nos desbordaban, y por los que me sentía indirectamente conectada. Eso me mantenía bien, confortable, incluso adormecida. Es curioso, porque en verdad, nunca llegué a saber nada de lo que pasaba por su mente. Uno se llena la cabeza, la boca , y la vida de suposiciones, no? Sería mil veces más simple preguntar, pero no, uno tiene que suponer y des-suponer esto y aquello, y eso otro. Y después se desvaneció? Así como así? Si, así como le dije. Y usted nunca pudo preguntarle lo que tanto anhelaba saber de él. No, usted verá, detrás del cristal yo vislumbraba, a determinadas horas, una especie de bola dorada que asomaba por un extremo de aquello que nos rodeaba, y sólo en precisos momentos, la bola de fuego rozaba un aplique de cristal junto a la pecera, y lo atravesaban luego pequeños fragmentos de hermosísimos colores, como nunca había visto. Nunca tuve la oportunidad de preguntarle si él también los veía, si sentía lo que yo, cuando se proyectaban a través del cristal, y cuál de ellos era su favorito. Tal vez me hubiera contestado que el azul, o el malba. Tal vez, ¿pero que caso tiene seguir preguntándose sobre trivialidades?. No subestime a las “dades”: trivialidades, nimiedades, son las que hacen de esta vida algo grande, más grande incluso que aquello que rodea a la pecera. Puede Ser, pero volviendo a lo anterior...tal vez ese sea el punto señorita. Qué cosa? Eso mismo, “volver”, usted sigue volviendo allí, con el cuerpo, con la mente, vuelve a esos momentos, a la visión del cristal, vuelve a la pecera incluso cuando hace tiempo ya se ha librado de ella, cuando hace tiempo ya que ha empezado a ver realmente aquello que la rodea, y sin embargo... sin embargo se empecina en volver, sin querer o adrede vuelve a encerrarse en una prisión esférica donde pierde la cabeza y se pierde a usted. Vamos, usted ya sabe la respuesta señorita, y es que no importa ya si él hubiese dicho “malba” o “azul” o incluso “verde”, realmente ya no importa porque usted sabe que él debería haber sido capaz de mirarla, de decirle “todos los colores”, en lugar de desvanecerse en ninguno. Usted ya sabe, la cuestión es volver, o mejor dicho, no volver. Para qué? Ya ha cruzado el vidrio empañado, ahora dedíquese a mirar.

miércoles, 11 de marzo de 2009

M




Como pocos, acompañaba la chocolotada con un tomate sin sal, cuidadosamente cortado y se divertía leyendo obituarios en el periódico de los domingos;como algunos, añoraba hechos que nunca sucedieron, que ni remotamente sucederían; y se decía a si mismo que los gatos eran animalejos del demonio;como muchos, se alineaba en todas las filas y simplemente se dejaba llevar por la dirección que tomase la corriente, "la más apropiada". Nada de tratar de caminar hacia atrás, mucho menos en diagonal, y que nadie le hablase de contradicción o inestabilidad, eran términos ajenos a su diccionario de vida. Las cosas eran como eran por alguna razón, y si el había venido al mundo, (porque había venido), no tenía porqué cuestionarlas. No, se lo había dicho de pequeño un elegante funcionario de su ciudad: las nubes estaban para ser observadas, el pasto para ser cortado, las masas para ser amaestradas y él, no tenía que preocuparse por ninguna de esas cuestiones.


No reflexionaba sobre nada y nadie le importaba. No era desamor por lo que le rodeaba, sino que ningún ser era lo suficientemente importante como para situarlo en la balanza de los pro y los contras, menos que menos para analizarlo, excepto tal vez, ella.


Ferviente defensor del "existo, luego pienso" , lema del cual se declaraba propio autor, y anticartesiano por antonomasia, Miguel hacía (nunca pensaba). De haberlo hecho en algún momento, de haberse perdido en lo que el mismo llamaba "estúpidas reflexiones que no llevan a nada / malditos preámbulos destructores de la felicidad", nunca hubiese logrado la hazaña de salir ese día (ni de su casa, ni de su ensimismamiento, ni de su cabeza), o besar a Caris. y Caris agradecía que ésto fuera así, porque con Miguel nunca se sabe. Se sabe lo que pocos, lo que algunos, lo que muchos, se sabe que hace, y punto, lo demás ya es puro misterio. Un misterio que él tampoco se ocupará nunca de desentrañar (¿para qué? si sabe que mañana va a hacer calor y que tal vez se vea con ella. Es todo lo que necesita)Nunca entendió muy bien de porqués. Solo le bastaban los cómos, los cuándos y los dóndes, y allí estarían: él y sus impulsos. Quiero algo, entonces lo obtengo ya, porque mañana querré otra cosa, que también obtendré. Lógica pura. Así funcionaban ellos, ya se dijo, Miguel y sus impulsos. Benditos sean ellos (en una forma atea, claro está) y sus ganas de hacer.


Basta de pensar (tanto)

martes, 10 de marzo de 2009


ni vos vas a venir
ni yo voy a ir
no pienso.
el orgullo
me come los pies;
(no corro, no camino)
sella mis labios;
(no hablo, no digo)
ata mis manos, fuertemente, puños cerrados
(no corto ni pincho)
deja que me estanque en la arena de las ideas
que algunos se empecinaron en inventar,
que otros se empecinaron aún más en creer,
las que hoy valen nada y en la nada se disuelven,
esas por las que otros murieron antaño por defender
no yo, si yo estoy estancado en la arena
y soy tan pequeño.
la linea recta es la llegada a la que nunca accederé,
es la broma mejor dispuesta, la mejor jugada,
el utópico horizonte que anhelan tantos
y del que yo casi siempre me rio.
tampoco es que me encuentre solo,
alter egos son los que sobran,
y olas
y azules.
alguien aplaude allá, y otro, y otro más
pero no se,
me niego a admitir que sea a mi a quien esas manos busquen

son gusanos metiéndose en la cabeza
los que ensucian los pensamientos de alguien más
que ya no soy yo


y ya nadie más aplaude .

throwing my arms around..

No es la agorafobia
no es el agua rozando mis pies
no es la ola que se precipita
(la que aguardo indiferente, pasivo, inmutable)
no es la arena invisible,
ya se dijo mucho de ella,
tal vez es sólo que
sigo siendo el mismo de antes
y siento las mismas cosas.
(acá estoy, acá está, una primera persona del singular en espera)

Mantas

¿Y si no viene?.¿Y si no voy?. Después de todo, le dije que se trataba de algo malo, así que es muy probable que no venga. No tengo porqué ir, ella fue clara: lo que tiene para decirme no es nada bueno, y yo no tengo porqué ir hasta allá para escuchar quién sabe que boludes, ni siquiera es algo bueno. Conociéndolo, no va a venir. No voy a ir. No, si nunca hace nada. Nunca hice nada. Siempre fui yo la que tuvo que iniciar cada cosa, hablarle, buscarlo, porque él, nunca nada. Pero si no voy me va a hacer sentir culpable después, por favor, ni que fueramos algo, como para que yo tuviese que ir si o si, y nunca le pedí que haga nada. Nunca me pidió realmente, pero yo fui, fui a esa presentación suya en la loma del a, me remonté a 1492, al 12 de octubre. Yo nunca le pedí que viniera. Necesitaba verlo haciendo lo que realmente le gusta (se detiene, piensa, se acuerda que sólo en ese momento pudo verlo sin el velo que envuelve a su persona el resto del tiempo, logró percibir quién era él realmente, vulnerable detrás de su instrumento, sin posibilidad de falsear sentimientos, de esconder una personalidad ya de por sí esparcida como un puzzle al que le faltan sus piezas claves), nunca me pidió, pero qué otra cosa iba a hacer. Por ende, no tengo porqué ir ahora, además, son malas noticias. Pero él, claro, él creerá que no tiene porqué venir, además, “son malas noticias”. Es así, ¿y si voy?. ¿y si viene?. No es que me importe, no es nada, pero así me saco las dudas de una vez. Podría sentir curiosidad, tener dudas, podría, incluso, querer venir, pero no, no lo va a hacer. Esta jodido el tema, porque capaz viene el flaco en un rato, y rulo no anda muy bien. No, no lo va a hacer, me va a poner una excusa pelotuda, del tipo “viene el flaco” o “se enfermó rulo” y yo, bien gracias, que me vaya a freir panchos. Ella sabe como soy, y hasta donde puedo dar. Que estaba pretendiendo, porfavorr, ¿milagros?, tarde me vengo a acordar que mi nivel de religiosidad se puede equiparar al que pueda llegar a poseer el sr sagan en alguna parte de su columna vertebral, ¡como me molesta que sea así!. (a una distancia considerable en cuadras, se detiene, como si hubiese escuchado un quejido lejano en su contra, pausa reflexiva hasta que finalmente, él se decide a ir). (tiempo que transcurre lentamente; uno, pedaleando; otra, tumbada en el sillón, esperando, ceño fruncido, mirada clavada en el techo, manos que juguetean nerviosamente, alguien golpea a la puerta). Piensa: ¡vino!. Piensa: ..al final vine. Hola. Hola. ¿Cómo estás?. Bien ¿vos?. Bien, hace calor. Si… ¿Qué es eso tan malo que tenés que decirme?. Se muerde los labios, arruga la nariz, entorna los ojos, mira hacia abajo, luego hacia arriba, luego hacia delante, hacia dos ojos que no están entornados, pero si suspicaces, y finalmente dice: Te quiero .Ahora no se escucha nada más.

undecided II

y porque sabe que no se anima, que no lo dice y que si fuera por él, no lo diría nunca jamás, ni en el jamás de los jamases, ella tampoco lo dice. no lo dice porque sabe que él no lo dice, porque cree, mejor dicho: sabe, que el no lo diría, y que ella no lo diría tampoco, porque él no lo dice, porque no se anima y porque ella tampoco se anima, y no sabe que quizás, él no lo hace porque ella tampoco, porque ella no lo dice, él tampoco. Sería más fácil si alguno de los dos lo dijera, pero no, ella no va a dar el brazo a torcer, porque él no da el brazo a torcer, y porque le gana el orgullo, y la vergüenza. Y aunque los carcoma la incertidumbre, no lo van a decir, porque saben que no se animan, que no lo dicen y que si fuera por ellos no lo dirían jamás, ni en el jamás de los jamases.
Y así andan de enredados, los señoritos sin agallas.

undecided

Gritan pero cantan
los sonidos del amanecer.
Al viento suelto mi furia toda
Mi lengua es ponzoña,
que no la juzgue mas que mi consciencia
que no me juegue en contra
lo que escupe mi boca
Las palabras que repiquetean en tus oidos
No te confundas, no pienso en vos
antes
haria cercenar mis ideas
por la misma reina de corazones.
Alicia sabe muy bien lo que hace,
adentrándose en mil laberintos
sabe muy bien lo que hace,
yendo tras el conejo blanco
Y las palabras que ahora te escupo,
Escuchas?
No te confundas, no es amor