domingo, 1 de noviembre de 2009

El otro final (de "La Espera" )

Aquella turbia mañana del mes de julio, la mujer se levantó con mas pesadez de la habitual. Miró por la ventana. Las grandes y amenazadoras nubes cubriendo el cielo le anunciaban que sería un día como tantos (el clima se había presentado así durante toda la semana). Se puso sus pantuflas a cuadros y se dispuso a preparar el desayuno como cada mañana, con la parsimonia habitual. Su viejo perro lobo se acercó y comenzó a husmear entre los trastos de la cocina, con la esperanza de conseguir alguna tostada, y ella, también como cada mañana, lo mandó a mudarse por la puerta que da al patio interno del hotel, sin mucha convicción. No supo porqué el animal volvió a entrar por la misma al cabo de un breve instante, hasta que los vio.
Pasaron como una tromba delante de la ventana donde ella untaba, ya resignada, una tostada para el perro, no había tiempo que perder, la tostada voló por los aires (el animal observó desanimado como ésta iba a dar al tacho de la basura) y la señora en inusitada velocidad ya se hallaba encaramada tras la puerta por la que los dos hombres habían penetrado. Era la habitación del inquilino ese, medio raro. PUM!PUM! la señora se tomó el pecho con las manos y el olor a pólvora...PUM! Corrió a refugiarse en su cocina, donde se armó con el palo de amasar. Pero pasaron los segundos, los minutos que fueron horas, y nada sucedió. La señora se persignó.
Se lamentó por aquel hombre, extrañamente el macabro hallazgo del cuerpo conformaba un singular cuadro combinado con los pavos reales del papel carmesí. Pobre desgraciado. Acto seguido, agradeció que los daños materiales se redujeran exclusivamente a la rotura de los goznes de la puerta, y a la tostada, yaciendo ya, que en paz descanse, en el fondo del cesto de residuos.

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