Como pocos, acompañaba la chocolotada con un tomate sin sal, cuidadosamente cortado y se divertía leyendo obituarios en el periódico de los domingos;como algunos, añoraba hechos que nunca sucedieron, que ni remotamente sucederían; y se decía a si mismo que los gatos eran animalejos del demonio;como muchos, se alineaba en todas las filas y simplemente se dejaba llevar por la dirección que tomase la corriente, "la más apropiada". Nada de tratar de caminar hacia atrás, mucho menos en diagonal, y que nadie le hablase de contradicción o inestabilidad, eran términos ajenos a su diccionario de vida. Las cosas eran como eran por alguna razón, y si el había venido al mundo, (porque había venido), no tenía porqué cuestionarlas. No, se lo había dicho de pequeño un elegante funcionario de su ciudad: las nubes estaban para ser observadas, el pasto para ser cortado, las masas para ser amaestradas y él, no tenía que preocuparse por ninguna de esas cuestiones.
No reflexionaba sobre nada y nadie le importaba. No era desamor por lo que le rodeaba, sino que ningún ser era lo suficientemente importante como para situarlo en la balanza de los pro y los contras, menos que menos para analizarlo, excepto tal vez, ella.
Ferviente defensor del "existo, luego pienso" , lema del cual se declaraba propio autor, y anticartesiano por antonomasia, Miguel hacía (nunca pensaba). De haberlo hecho en algún momento, de haberse perdido en lo que el mismo llamaba "estúpidas reflexiones que no llevan a nada / malditos preámbulos destructores de la felicidad", nunca hubiese logrado la hazaña de salir ese día (ni de su casa, ni de su ensimismamiento, ni de su cabeza), o besar a Caris. y Caris agradecía que ésto fuera así, porque con Miguel nunca se sabe. Se sabe lo que pocos, lo que algunos, lo que muchos, se sabe que hace, y punto, lo demás ya es puro misterio. Un misterio que él tampoco se ocupará nunca de desentrañar (¿para qué? si sabe que mañana va a hacer calor y que tal vez se vea con ella. Es todo lo que necesita)Nunca entendió muy bien de porqués. Solo le bastaban los cómos, los cuándos y los dóndes, y allí estarían: él y sus impulsos. Quiero algo, entonces lo obtengo ya, porque mañana querré otra cosa, que también obtendré. Lógica pura. Así funcionaban ellos, ya se dijo, Miguel y sus impulsos. Benditos sean ellos (en una forma atea, claro está) y sus ganas de hacer.
Basta de pensar (tanto)